La Escalera
El ciempiés no se animaba
a subir por la escalera.
Se enredaba y daba pasos,
daba pasos de tijera.
Y la escalera subía
a las ramas de la higuera.
En la higuera había una casa,
y en la casa una escalera
para subir al estante
donde estaban las cerezas:
su mamá las protegía
dentro de una ensaladera.
El ciempiés no se animaba;
el susto le daba pena,
de pena le tiritaban
las patitas delanteras.
Pero cuando era de noche,
paso a paso, la escalera,
la escalera se alargaba
y llegaba a las estrellas.
En las estrellas hay plazas
y juegos y bicicletas,
que uno puede disfrutar
si sube por la escalera.
El ciempiés no se animaba;
la noche le daba pena
y un suspiro le enfriaba
las patitas delanteras.
Entonces vino la hermana
y le dijo que pusiera
cada pata en un peldaño
y, una a una, las subiera.
Tiqui taca tiqui taca,
siempre adentro, nunca afuera.
Tiqui taca le ayudaba
con ruiditos de madera.
Al oír el tiqui taca,
tacadentro, tacafuera,
el ciempiés no se animaba
a subir por la escalera.
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