De hilo blanco
La niña estaba sentada
en la falda de la abuela.
La abuela que nunca teje
cosía un roto para ella.
Un pantalón descosido
en el patio de jugar,
en la rodilla que roza
la piedra de tropezar.
En la falda de la abuela
la niña estaba sentada,
el aire se fue poblando
de mariposas pintadas.
El hilo iba y venía
hacia afuera y hacia adentro;
la aguja, pájara blanca,
con su cola de silencio.
La abuela cose y no sabe
que el hilo puede alcanzar
para que la niña encuentre
los ojitos de soñar.
Y antes de que el hilo acabe
el aire se ha detenido,
las mariposas se posan
y la niña se ha dormido.
Como un pétalo en declive,
como una flor inclinada,
como un beso que se anida
en la luz enamorada.
Tal vez fuera de hilo blanco
el soñito que soñó
con un vaivén de miradas,
con un secreto entre dedos.
Una aguja iba volando
con una cola de seda.
Una piedrita brillaba
en el patio de la abuela.
El hilo iba y venía
hacia afuera y hacia adentro;
la aguja, pájara blanca,
con su cola de silencio.
La abuela cose y no sabe
que el hilo puede alcanzar
para que la niña encuentre
los ojitos de soñar.
Y antes de que el hilo acabe
el aire se ha detenido,
las mariposas se posan
y la niña se ha dormido.
Como un pétalo en declive,
como una flor inclinada,
como un beso que se anida
en la luz enamorada.
Tal vez fuera de hilo blanco
el soñito que soñó
con un vaivén de miradas,
con un secreto entre dedos.
Una aguja iba volando
con una cola de seda.
Una piedrita brillaba
en el patio de la abuela.
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