sábado, 30 de agosto de 2014

Los animales no se visten - Barrett Judi

Los animales no se visten
escrito por Judi Barrett
ilustrado por Ron Barrett

Los animales no deben usar ropa...
...porque sería desastroso para el puercoespín
   ...porque el camello podría usarla en lugares equivocados
      ...porque la serpiente la iría perdiendo por el camino
         ...porque el ratón podría perderse adentro
           ...porque el cerdo la ensuciaría mucho
              ...porque a la gallina le complicaría la vida
                 ...porque el canguro la encontraría bastante inútil
                    ...porque la jirafa quedaría un poco tonta
                       ...porque la morsa la tendría siempre mojada
                          ...porque el reno se enredaría
                             ...porque los lirones la usarían al revés
                                ...y porque sobretodo podría hacer quedar en ridículo a la gente.



martes, 5 de agosto de 2014

Huesito - Ramos María Cristina

Huesito
 
 
 
De regreso del baile,
por la mañana,
en la mitad del puente
cayó la rana.
 
Dio una vuelta en el aire
como de danza
y se rompió el huesito
de una esperanza.
 
Para el que no lo sabe,
cada esperanza
elige algún huesito
donde descansa.
 
Y allí labra su largo
hilo de seda
para tejer más sueños
cuando no quedan.
 
Recostada en su cama
de agua serena
se ha de curar la rana,
pena por pena.
 
Pena por pena, ay, si,
penas de rana,
que se van con el aire
de la mañana.


De hilo blanco - Ramos María Cristina

De hilo blanco

La niña estaba sentada
en la falda de la abuela.
La abuela que nunca teje
cosía un roto para ella.
 
Un pantalón descosido
en el patio de jugar,
en la rodilla que roza
la piedra de tropezar.
 
En la falda de la abuela
la niña estaba sentada,
el aire se fue poblando
de mariposas pintadas.

El hilo iba y venía
hacia afuera y hacia adentro;
la aguja, pájara blanca,
con su cola de silencio.

La abuela cose y no sabe
que el hilo puede alcanzar
para que la niña encuentre
los ojitos de soñar.

Y antes de que el hilo acabe
el aire se ha detenido,
las mariposas se posan
y la niña se ha dormido.

Como un pétalo en declive,
como una flor inclinada,
como un beso que se anida
en la luz enamorada.

Tal vez fuera de hilo blanco
el soñito que soñó
con un vaivén de miradas,
con un secreto entre dedos.

Una aguja iba volando
con una cola de seda.
Una piedrita brillaba
en el patio de la abuela.

domingo, 3 de agosto de 2014

Cuento que sube y baja - Devetach Laura

Cuento que sube y baja

Una vez había y había una vez un caballo azul que tenía trencitas en la cola y riendas de hilo de coser.
Sobre el caballo azul que tenía trencitas en la cola y riendas de hilo de coser, había un señor que tenía bigotes justo debajo de la nariz, y una barba tan larga que se había tejido con ella los pantalones.
Sobre el señor que con su barba se había tejido los pantalones había un sombrero de paja fresca que en la copa tenía un nido de pan y queso.
Sobre el sombrero de paja fresca que en la copa tenía un nido de pan y queso , había un pajarito que hacía ruido cuando comía semillas.
Sobre el pajarito que hacía ruido cuando comía semillas, había un copete de color rojo.
Sobre el copete de color rojo, había un piojo que se llamaba Humberto Raúl.
Y esta es la historia del piojito Humberto Raúl, que fumaba una pipa tan llena de humo, que todos sacaban los pañuelos de saludar trenes y decían "chau, chau", creyendo que pasaba una locomotora.
Y en el va-y-ven y en sube-y-baja, el piojo se dormía sobre el copete de color rojo, que estaba sobre un pajarito que hacía ruido al comer semillas, que vivía sobre un nido de pan y queso, que estaba sobre la copa de un sombrero de paja fresca, que estaba sobre un caballero de bigotes justo debajo de la nariz, y que tenía una barba tan larga que con ella se había tejido los pantalones, que montaba un caballo azul que tenía trencitas en la cola y riendas de hilo de coser.



sábado, 2 de agosto de 2014

Uno y siete - Rodari Gianni

He conocido un niño que tenía siete años. Vivía en Roma, se llamaba Paolo, y su padre era un tranviario. Pero vivía también en París, se llamaba Jean, y su padre trabajaba en una fábrica de automóviles.
Pero vivía también en Berlín, y allá arriba se llamaba Kart, y su padre era un profesor de violonchelo.
Pero vivía también en Moscú, se llamaba Yuri, como Gagarin, y su padre era albañil y estudiaba matemáticas. Pero vivía también en Nueva York, se llamaba Jimmy, y su padre tenía una gasolinera.

¿Cuántos he dicho ya? Cinco. Me faltan dos:

Uno se llamaba Ciú, vivía en Shanghái y su padre era un pescador; el último se llamaba Pablo, vivía en Buenos Aires, y su padre era escalador.
Paolo, Jean, Kart, Yuri, Jimmy, Ciú y Pablo eran siete pero siempre el mismo niño que tenía ocho años, sabía ya leer y escribir y andaba en bicicleta sin apoyar las manos en el manillar. Paolo era triguero, Jean era blanco y Kart, castaño, pero eran el mismo niño. Yuri tenía la piel blanca, Ciú la tenía amarilla, pero eran el mismo niño. Pablo iba al cine en español y Jimmy en inglés, pero eran el mismo niño, y reían en el mismo idioma.
Ahora han crecido los siete, y no podrán hacerse la guerra, porque los siete son una sola persona.



A jugar con el bastón - Rodari Gianni

Un día el pequeño Claudio jugaba en el zaguán, y por la calle pasó un hermoso anciano con los lentes de oro, que caminaba encorvado, apoyándose en un bastón, y precisamente delante del portón se le cayó el bastón.
Claudio fue presuroso a recogérselo y se lo dio al viejo, que le sonrió y dijo:
— Gracias, pero no me sirve. Puedo caminar muy bien sin él. Si te gusta, tenlo.
Y sin esperar respuesta se alejó, y parecía menos encorvado que antes.
Claudio permaneció allí con el bastón entre las manos y no sabía qué hacer.
Era un bastón común de madera, con el mango curvo y la punta de hierro, y no se notaba nada más especial. Claudio golpeó dos o tres veces la punta en el suelo, después, casi sin pensarlo montó a horcajadas el bastón y he aquí que no era más un bastón, sino un caballo, un maravilloso potro negro con una estrella blanca en la frente, que se lanzó al galope alrededor del patio, relinchando y haciendo salir centellas de los guijarros.
Cuando Claudio, un poco maravillado y un poco asustado, logró poner el pie en el suelo, el bastón era nuevamente un bastón, y no tenía cascos sino una sencilla punta oxidada, ni crines de caballo, sino el mismo mango encorvado.
— Quiero probar de nuevo –dijo Claudio, cuando logró recobrar el aliento.
Montó de nuevo el bastón, y esta vez no fue un caballo, sino un solemne camello con dos jorobas –y el patio era un inmenso desierto para atravesar, pero Claudio no tenía miedo y observaba desde lejos, para ver aparecer el oasis.
“Ciertamente es un bastón encantado”, se dijo Claudio, montándolo por tercera vez.
Ahora era un automóvil de carreras, todo rojo con el número escrito en blanco sobre el capó, y el patio una pista ruidosa, y Claudio llegaba siempre el primero a la meta.
Después, el bastón fue una motonave y el patio un lago con aguas tranquilas y verdes, y después una nave espacial que surcaba los espacios, dejando tras de sí una estela de estrellas.
Cada vez que Claudio ponía el pie en tierra el bastón tomaba su aspecto pacífico, el mango lúcido, el viejo herrete. La tarde pasó rápida entre aquellos juegos.
Hacia la noche Claudio se asomó hacia la carretera, y he aquí que ve al viejo con los lentes de oro.
Claudio lo observó con curiosidad, pero no pudo ver en él nada de especial: era un viejo señor cualquiera, un poco cansado por el paseo.
— ¿Te gusta el bastón?, preguntó sonriendo a Claudio. Claudio creyó que se lo pedía, y se lo alargó, enrojecido. Pero el viejo hizo señal de que no.
— Tenlo, tenlo, dijo. ¿Qué hago yo con un bastón? Tú puedes volar, yo sólo podré apoyarme. Me apoyaré en el muro y será lo mismo.
Y se fue sonriendo, porque no hay persona más feliz que el viejo que puede regalar alguna cosa a un niño.



La Gallinita Roja - Byron Barton

Había una vez una gallina roja llamada Marcelina, que vivía en una granja rodeada de muchos animales. Era una granja muy grande, en medio del campo.
En el establo vivían las vacas y los caballos; los cerdos tenían su propia cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral con muchas gallinas. Había en la granja también una familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja, encontró un grano de trigo.
La gallina roja, el valor del esfuerzo, pensó que si lo sembraba crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos.
-¿Quién me ayudará a sembrar el trigo?, les preguntó.
- Yo no, dijo el pato.
- Yo no, dijo el gato.
- Yo no, dijo el perro.
- Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita.

Y así, Marcelina sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la tierra y lo tapó. Pasó algún tiempo y al cabo el trigo creció y maduró, convirtiéndose en una bonita planta.

-¿Quién me ayudará a segar el trigo?, preguntó la gallinita roja.
- Yo no, dijo el pato.
- Yo no, dijo el gato.
- Yo no, dijo el perro.
- Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina.

Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros:

-¿Quién me ayudará a trillar el trigo?
- Yo no, dijo el pato.
- Yo no, dijo el gato.
- Yo no, dijo el perro.
- Muy bien, lo trillaré yo.

Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar:

-¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
- Yo no, dijo el pato.
- Yo no, dijo el gato.
- Yo no, dijo el perro.
- Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.

Y con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy tranquilamente preguntó:

- Y ahora, ¿quién comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja.
-¡Yo, yo! dijo el pato.
-¡Yo, yo! dijo el gato.
-¡Yo, yo! dijo el perro.
-¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijos.
Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.




El Gallo Kiriko - Almodovar Rodriguez Antonio

Había una vez un gallo muy presumido que recibió una invitación para ir a la boda del tío Perico. Kirico se vistió muy elegante para ir a la boda, se atusó las plumas y se dio brillo al pico. 
Cuando iba por el camino se encontró con un gusanito y pensó comérselo. - Si pico y como el gusanito me mancho el pico. Y... si no pico me muero de hambre. Después de pensarlo un rato se lo comió, y el pico mucho se lo ensució. 
Siguió caminando y llegó a un prado de fresca hierba y dirigiéndose a ella le dijo: 

- Hierba, límpiame el pico, que voy a la boda del tío Perico. 

- Te lo limpiaré si me dices dónde está el gusanito, contestó la hierba. 

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?, gritó la hierba.

Y el gusanito contestaba: 

-¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico! 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico, le despidió la hierba. 

Cabizbajo siguió su camino el gallo, cuando se encontró con una oveja. 

- Oveja, cómete a la hierba que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico, le pidió el gallo. 

- Me la comeré si me dices dónde está el gusanito, contestó la oveja. 

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?, grito la oveja.

- ¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico!, contestó el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico, le despidió la oveja. 

Prosiguió su viaje y se encontró con el lobo que estaba escondido detrás de unos matorrales. 

- Lobo, come a la oveja que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico, le pidió el gallo. 

- La comeré si me dices dónde está el gusanito, contestó el lobo.

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?, gritó el lobo. 

- ¡En la barriga del gallo Kiriko que va a la boda del tío Perico!, contestó el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico. Y dándose media vuelta le dijo adiós con el rabo. 

El gallo Kirico siguió andando y se tropezó en un recodo del camino con un palo. 

- Palo, pega al lobo que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. 

- Le pegaré si me dices dónde está el gusanito, le contestó el palo. 

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?, gritó el palo. 

- ¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico!, contestó el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico, le despidió el palo. 

Muy apenado y con el pico manchado, el gallo Kirico caminó..., cuando a lo lejos divisó fuego. Se acercó y le pidió:

- Fuego, quema al palo que no quiso pegar al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. 

- Lo quemaré si me dices dónde está el gusanito, chispeó el fuego. 

-No se , no se , que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?, preguntó el fuego. 

- ¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico!, repitió el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico. Y el fuego siguió ardiendo con sus llamas de vivos colores. 

Kirico se alejó moviendo su cresta. Iba pensando tristemente que la boda comenzaría sin él. De repente levantó su cabeza y escuchó. Oía un ruido. ¡Sí!, era el choque del agua contra las piedras. Corrió y se encontró con un río. 

- Agua, apaga el fuego que no quiso quemar al palo, que no quiso pegar al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. 

- Lo apagaré si me dices dónde está el gusanito, contestó el agua con su voz cristalina. 

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto? 

- ¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico!, contestó el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico. Y el agua siguió río abajo. 

Con prisa cruzó el puente el gallo Kirico y desde allí pudo ver a una vaca que estaba pastando en el valle. Hacia allí dirigió sus pasos. 

- Vaca, bebe el agua que no quiso apagar el fuego, que no quiso quemar al palo, que no quiso pegar al lobo, que no quiso comer la oveja, que no quiso comer la hierba, que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda del tío Perico. 

- La beberé si me dices dónde está el gusanito, mugió la vaca.

-No se, no se, que te lo diga alguien mas listo que yo, dijo el gallo 

- ¡Gusano, gusanito! ¿Dónde estás que hoy no te he visto?. 

- ¡En la barriga del gallo Kirico que va a la boda del tío Perico!, contestó el gusanito. 

- Pues por mentiroso, límpiate tú solo el pico. Y la vaca, dándole la espalda, siguió rumiando. 

¡Qué desdichado era el gallo! Con su pico sucio no podría ir a la boda del tío Perico. Nadie le ayudaba, andando, andando llego a casa de tío Perico y al intentar pasar por la puerta le dieron para atrás pues no parecía un gallo que pudiera ir a la fiesta, todo despeinado y con el pico lleno de barro.

-Por la puerta de atrás. Le gritaron

Al llegar a la entrada de atrás una mujer gorda vestida de blanco, que era la cocinera agarró a nuestro gallo por el pescuezo y lo mató.Todos en la boda dieron cuenta de un exquisito manjar, el gallo Kirico fue comido en la boda del río perico.
Pero ¿anda dime donde está gusanito? Gusanito está celebrando la boda del tío Perico, pues en la cocina cuando abrieron al gallo para guisarlo nuestro amigo el gusanito se dio cuenta que el gallo Kirico no lo había engañado y que estaba en la boda del tío Perico.
Y colorín colorado este kikiricuento se ha acabado


La escalera - Ramos María Cristina

La Escalera
El ciempiés no se animaba
 a subir por la escalera.
 Se enredaba y daba pasos,
 daba pasos de tijera.
Y la escalera subía
 a las ramas de la higuera.
 En la higuera había una casa,
 y en la casa una escalera
 para subir al estante
 donde estaban las cerezas:
 su mamá las protegía
 dentro de una ensaladera.
El ciempiés no se animaba;
 el susto le daba pena,
 de pena le tiritaban
 las patitas delanteras.
 Pero cuando era de noche,
 paso a paso, la escalera,
 la escalera se alargaba
 y llegaba a las estrellas.
En las estrellas hay plazas
 y juegos y bicicletas,
 que uno puede disfrutar
 si sube por la escalera.
El ciempiés no se animaba;
 la noche le daba pena
 y un suspiro le enfriaba
 las patitas delanteras.
Entonces vino la hermana
 y le dijo que pusiera
 cada pata en un peldaño
 y, una a una, las subiera.
 Tiqui taca tiqui taca,
 siempre adentro, nunca afuera.
 Tiqui taca le ayudaba
 con ruiditos de madera.
Al oír el tiqui taca,
 tacadentro, tacafuera,
 el ciempiés no se animaba
 a subir por la escalera.



Medias de Monigote - Devetach Laura

Medias de Monigote
Laurita tenía un pueblo dibujado en la pared. Y en el pueblo vivían monigotes patones, flaquitos, peticitos, larguitos, todos bochincheros.
Esa noche Laurita no podía dormir. Estaba preocupada porque papá, mientras peleaba con los pulgones de sus plantas, había dicho que para navidad sólo los chicos tendrían regalos. Eran malos tiempos, pero ¡qué feo que los grandes se quedaran sin regalos!
Estaba dando la vuelta número 100 en su cama. Su hermano Gusti ya dormía y, de pronto, tic, plic, clic, las luces de su pueblo empezaron a encenderse. Los monigotes estaban alborotados, y su gato Humo empezó a los zarpazos porque tenía dos o tres balanceándose en los bigotes. Venían a invitar a Laurita para su fiesta de navidad.
- ¿Mañana? ¡Pero si mañana no es navidad! -le dijo al monigote patón que estaba parado en su dedo índice como si fuese un loro.
-Bah -dijo un gordito-, para nosotros todo el año es navidad, así que mañana es la navidad de mañana.
-Ah... -murmuró Laurita con unas ganas locas de hacerse monigota-. ¿Y los regalos? Yo... no... tengo...
-Bah, bah. Cada uno regala una media -dijo el patón-. Bien limpia, ¿eh?
-¿Y qué harán con una media diferente a la que tienen?
-Ah, ah, ah, ¡media de monigote! -contestaron el patón y el gordito, y saltaron del bigote de Humo a la pared-. ¡Te esperamos!
Laurita se durmió soñando con un mar de espuma en el que lavaba su media de navidad.
Por la mañana dibujó un canasto en el medio del pueblo, y un pino y un montón de copitas de sidra para los monigotes.
-¿Y esa canasta? -preguntó papá mientras peleaba con los pulgones.
-Son los regalos -dijo Laurita.
Esa noche, plic, tic, clic, las luces del pueblo se encendieron, y Laurita se metió en él como si se zambullera en el agua, tan campante.
Los monigotes eran grillos, burbujas, matracas. Lautira no salía de su asombro. Cada uno iba sacando una media chiquitísima de la canasta. Cada uno la inflaba y.. El patón se hizo un paracaídas para tirarse desde el arbolito de navidad. El gordito se hizo un bote para navegar zanjas.
¿Y la media de Laurita? Era un extraño y complicado túnel a rayas, lleno de pliegues y toboganes donde los monigotes jugaban a perderse.
A la hora del brindis todos dijeron: ¡Media de Monigote!, y tomaron sidra de corazón de margaritas en las copas dibujadas. Después Laurita volvió a su cama, y en una caja de fósforos guardó una rayita así color zanahoria: era su media de monigote.
Al día siguiente secreteó con mamá, secreteó con papá, secreteó con su hermano y con Humo. Y la noche de navidad, a la hora de los regalos, hubo sobre la mesa una gran canasta.
Cada uno sacó un paquete y ¡qué sorpresa!, mamá se encontró con una rara bicharraca de pelo azul y cara de media que hacia morisquetas. A Gusti le tocó una divertida víbora-media-larga con un cascabel en la cola. A papá, una bolsita-media que decía puchos. Allí guardaría restos de tabaco para defender sus plantas de los pulgones. a Humo le tocó un ratón media...
¿Y a Laurita? Una media-borrador y una caja de tizas de diez mil colores para que su pueblo tuviera más luces.
A la hora de decir ¡salud! Laurita dijo: "¡Media de monigote!". Nadie, salvo Humo, entendió por qué. Pero en realidad no era tan importante.



viernes, 1 de agosto de 2014

Un cuento ¡Puajjj! - Devetach Laura

Un cuento ¡Puajjj!
Aquella mañana la tía Sidonia se despertó, corrió al baño a pasarse los dedos mojados sobre los ojos y cuando se miró al espejo, dijo:
- ¡Puajjj!
Después se lavó los dientes moviendo mucho el codo así y así y al terminar, dijo:
-¡Puajjj!
Cuando se sentó delante de su mate dulce dijo:
-¡Puajjj!
Y la vaca Mumuñonga que la estaba mirando por la ventana, comentó mientras rumiaba:
- ¡Qué cosa, la tía Sidonia tiene ¡puajjj! Esta completamente espuajada.
Y se fue a contárselo al gallito Quiquiripúm que entonaba sus quiquiriquíes sobre el techo, para hacer salir al sol.
- ¡Qué barbaridad! - dijo el gallito. una persona espuajada es peor que una persona con hipo, hay que sacárselo.
Mientras tanto, la tía Sidonia daba vueltas por el campito haciendo ¡puajjj! frente a todo lo que se le cruzaba: el maizal que agitaba sus hojas de cintas, el chanchito rosado que mamaba, las campanillas azules que zumbaban porque tenían una abeja de pensionista.
Y hasta cuando vio un grano de maíz amarillo, panzonzito y de naríz blanca, en lugar de decir ¡qué grano tan pipu!, dijo ¡puajjj! Era el colmo.
Los animales empezaron a preocuparse porque el ¡puajjj! es tan contagioso como el bostezo.
- Hay que sacarle el ¡puajjj! a tía Sidonia -dijo gallina Cocorilila.
 Y empezó un verdadero congreso con todo bicho que caminaba por el campito, para tratar el problema de una tía espuajada.
Los animales hablaron, consideraron, discutieron, pelearon y votaron.
¿Cómo votaron?
Metiendo cada uno una hojita en el nido de la gallina. Y todos ganaron, porque decidieron hacer lo mismo
Cuando tía Sidonia llegó a su casa no entendió muy bien lo que pasaba. Encontró a todos los animales uno arriba del otro.
Claro que el pato estaba sobre la vaca y no al revés. Y el gorrión sobre la gallina y no al revés.
Tía Sidonia quedó un poco sorprendida y se acercó a los animales apilados. Mirándolos a todos con la mirada panorámica les dijo:
- ¡Puaaaj!
Y entonces gallina Cocorilila, que estaba sobre el perro y debajo del gorrión, contestó:
- ¡Guau guau!
Y el perro Garufa cacareó feliz, como si hubiera puesto un huevo.
Y el gallo Quiquiripúm dijo:
-¡Muuu!
Y la vaca Mumuñonga cantó un quiquiriquí como para hacer salir tres soles.
Y el pato pió como el gorrión Jorgelino.
Y el gorrión hizo un cuac cuac finito, finito.
Tía Sidonia no podía creer lo que estaba oyendo. Las cejas se le volaron un poco para arriba, revoleó los ojos, abrió la boca, y sacudiendo la cabeza gritó:
- ¡Tururú! ¿Qué es eso de andar diciendo un grito por otro? ¡A ver, cada bicho con su grito!
Los animales se miraron de reojos, sonrieron como sonríen los animales, que a veces es con la cola, hamacaron de un suspiro el maizal y cada cual en su idioma dijo:
- ¡Puajjj! ¡Hemos vuelto a la normalidad!




Mis anotaciones/ Mis vivencias:
Este cuento en sí es uno de los mejores, sobretodo para narrarlo ya que las imágenes en sí no dicen mucho, si el texto. Nos divierte, en especial a los niños.
Un día, se acercó la vicedirectora del jardín en donde asisto y me empezó a narrar el cuento, fue un momento único tanto para mí como para los niños. Ella me estaba narrando este cuento, mientras los niños jugaban, y de repente la mayoría paró de jugar y se acercaron a escucharla.
Es increíble cómo con esta palabra ¡Puajjj!, los niños y los adultos se pueden divertir.

Acerca del Blog

¡¡Saludos a todos/as!!
Este blog surge debido a la escasez de recursos literarios que hay para las Profesoras de Nivel Inicial ("Maestras Jardineras" "Seños"). Esto, no significa que solamente subiré recursos literarios, también trataré de subir otros tipos de recursos didácticos que sirvan como orientadores de nuestra práctica.
En palabras de una profesora que tuve "Somos autores de nuestra propias prácticas".
Espero les sirva.
¡Nos estamos leyendo!